La obesidad no es exclusiva de ciertos grupos de edad. Cada vez es más frecuente en los niños, que adoptan estilos de vida muy sedentarios y, mantienen una alimentación muy poco equilibrada, y esto es un verdadero problema, ya que en un gran porcentaje de casos, el niño obeso será un adulto obeso, con todas las secuelas que la obesidad conlleva. Nuestro país ha sufrido grandes cambios en las últimas décadas, que han repercutido drásticamente y directamente, en la manera de alimentarse de nuestros ciudadanos. España ha experimentado lo que se denomina una “transición nutricional”. Se trata de una secuencia de modificaciones, tanto cuantitativas como cualitativas, en la alimentación, relacionadas con cambios económicos, sociales, demográficos y con factores de salud.
Además de todo esto, podemos añadir, que con frecuencia el acto de comer, adquiere un valor y un sentido de gratificación emocional, para la persona, independiente de las necesidades calóricas que realmente tiene. Asociamos de forma subliminal, comer y beber, con estados anímicos positivos y, por eso, cuando no nos sentimos bien lo compensamos comiendo o bebiendo más de la cuenta, independientemente de que no tengamos apetito, y en contra de nuestro raciocinio y nuestra salud. También la comida, en muchos casos, es utilizada por los padres para premiar a sus hijos.